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Todos podemos ser como Macbeth

Todos podemos ser como Macbeth

La alumna Fátima Corbo, estudiante de 1° año de la Licenciatura en Tecnología Multimedial, nos presenta su análisis sobre Macbeth, el clásico de William Shakespeare, como parte de un trabajo práctico encomendado por la cátedra de Humanidades, a cargo de la Lic. Regina Steiner.
En su análisis, Fátima afirma que la vigencia de Macbeth se debe a que todos podemos caer en las redes de nuestras ambiciones desmedidas y nos invita a reflexionar, junto a Shakespeare, sobre la presencia del bien y del mal dentro de nosotros mismos.

Macbeth, de William Shakespeare – Traducción de Daniel Zamorano – Dirección y versión de Javier Daulte – Intérpretes: Leticia Mazur, Débora Zanolli, Margarita Molfino, Alberto Suárez, Joaquín Berthold, William Prociuk, Ezequiel Rodríguez, Fabio Aste, Leonardo Saggese, Alberto Ajaka, Agustín Rittano, Federico Busso, Mónica Antonópulos, Marcelo Pozzi, Emiliano Dionisi, Martin Pugliese, Luciano Cáceres, Julián Calviño, Francisco Pesqueira, Julieta Vallina, Valentino Alonoso, Javier Niklison – Teatro San Martín, Sala Martín Coronado

Síntesis argumental

Tres brujas se encuentran con Macbeth y el general Banquo cuando estos vuelven a Escocia tras haber sofocado una rebelión en contra del rey Duncan. Las brujas le anuncian a Macbeth que será “Barón de Cawdor y luego rey”, y a Banquo, que sus hijos reinarán.
Poco después, Macbeth, se entera de que ha sido proclamado Barón de Cawdor. El rey Duncan se hospeda en el castillo de Macbeth, quien le ha confesado a su mujer la profecía de las brujas. Ella lo incita asesinar al rey y Macbeth, aunque se muestra temeroso frente a la empresa, decide terminar con la vida de Duncan. Los hijos del rey, Malcolm y Donalbain, escapan y son acusados del crimen.
Macbeth es coronado rey y, frente al temor de que se cumpla la profecía de las brujas en relación con Banquo, manda a asesinarlo, aunque su hijo Fleance logra escapar. Esa misma noche, durante la cena, Macbeth ve con espanto el fantasma de Banquo.
Las brujas le aseguran a Macbeth que estará a salvo mientras que “el bosque de Birnam no llegue hasta Dunsinane”, y también profetizan que “ningún hombre nacido de mujer” podrá matarlo. A enterarse de que Macduff huyó a Inglaterra, Macbeth ordena que asesinen a Lady Macduff y a sus hijos. Es entonces que Macduff y Malcolm organizan una rebelión en contra de Macbeth.
Atormentada por la culpa, lady Macbeth, sonámbula, confiesa en sueños los crímenes a su médico, y más tarde se suicida.
Macduff y Malcolm organizan a su ejército en el bosque de Birnam y le ordenan a sus soldados que utilicen las ramas de los árboles como camuflaje y que inicien su avanzada sobre Dunsinane.
Macbeth se enfrenta con Macduff y, horrorizado por haberse enterado de que este ha nacido por cesárea “del vientre de su madre muerta”, entiende la ironía de la profecía.
Macduff mata a Macbeth y Malcolm se convierte en el nuevo rey de Escocia.

Crítica de la obra

Macbeth es una tragedia acerca de la traición y la ambición desmedida. Es una obra donde también vemos la tentación, los celos, el odio, el amor, el deseo del poder, el imperioso impulso de conquistar, avasallar y dominar, todas constantes propias de la humanidad, características que confieren a una obra como esta la categoría de clásica, adaptable a todos los tiempos y a cualquier lugar.
Y así llegamos al 2012, con Macbeth dirigida por Javier Daulte, quien en esta interpretación no realizó cambios en el texto -apenas algunos cortes-, pero que se puede apreciar lo personal de su versión en el tratamiento de los personajes y en los aspectos visuales y auditivos de la puesta: escenografía, coreografías y vestuarios tienen un tratamiento visual contemporáneo con música electrónica, nada de ropa de época y pistolas en lugar de espadas.
El texto se expresa con naturalidad, despojado del tono sentencioso y solemne con que se suelen encarar los clásicos. La acústica es favorecida, en cuanto a audición, por la utilización de micrófonos por parte de los actores. Respecto al vestuario, lo moderno es lo que prevalece: el rey tiene un traje de gala propio de los generales de la marina. Sus acompañantes están vestidos de traje, con estilo de guardaespaldas. Malcolm y Donalbain tienen un aspecto de rockers de los años ’60. Y las brujas, desentonando con el preconcepto que se tiene de ellas, son representadas como tres mujeres lindas, altas, estilizadas y con un vestuario muy atrevido: medias de red, mini shorts, bodys negros con tachas y unas pelucas de corte carré rubio platinado.
La escenografía consta de una gran estructura metálica, ensamblada sobre ruedas, que permite desplazar los módulos para recrear diferentes ámbitos, y a su vez lograr una dinámica precisa donde actores y actrices se deslizan sin tropiezos por andamios y escaleras en un crescendo dramático finamente tramado. Aquí se puede ver que esta versión actualiza la tragedia de Shakespeare con una escenografía que es simbólica y funcional a los movimientos de los personajes, sus entradas y salidas, las distancias, la simultaneidad y la construcción de espacios. De apariencia industrial, le da un tinte expresionista a lo visual y se vale de música y sonidos electrónicos que le dan una funcionalidad muy válida a la obra.
Respecto a las actuaciones, lo que me llamó la atención fue el personaje del portero que en un momento de la obra quiebra la cuarta pared y se dirige al público. Para mi sorpresa, lo que creí ser un guiño del director, en realidad forma parte del texto original, donde el portero hace una especie de stand up con chistes de la época. La adición de este director es, supongo, la buena elección del actor Martín Pugliese, un especialista en stand up, que bien sabe interpretar a este “personaje menor”. Siguiendo esta línea, considero un buen acierto esta pequeña intromisión de humor como una especie de intervalo, necesario para quebrar la atención, debido a que la obra dura 135 minutos ininterrumpidos.

Reflexión sobre la obra

En cuanto a la reflexión sobre la historia, Macbeth puede verse como una advertencia acerca de los peligros que entraña la ambición. Él es ambicioso, pero mucho más lo es su esposa Lady Macbeth, con quien lleva a cabo planes macabros y sangrientos. Ambos, por su condición de humanos, sucumben a la tentación, a la culpa y a la locura que los lleva a la muerte.
De esta manera, es importante destacar la influencia de Lady Macbeth sobre su marido. Ella le dice que él tiene que estar a la altura de sus ambiciones, que no puede renunciar a sus sueños ni ignorar su destino de grandeza; le recrimina no tener la suficiente hombría o coraje como para defender sus sueños. Finalmente lo estimula y lo incita. Pero en algún punto lo obliga, porque creo que es parte de su conciencia, una conciencia externa, que a la vez es juez de sus actos. Macbeth se encuentra en una especie de aporía, entre estar conciente de las consecuencias de sus actos y dejar pasar su “destino” por las represalias que le traería, y entre el hacer caso a lo que su esposa le pide y él mismo desea, esa ambición cegadora que lo llevaría a la gloria.
Lo peor que le pudo pasar a nuestro protagonista fue conocer su destino, saber a lo que podía llegar, porque después de saberlo, ¿quién podría renunciar a eso? Finalmente Macbeth aceptará sin muchas vueltas las tareas a realizar para conseguir lo que quiere, siempre junto a la complicidad de su esposa. Usará el asesinato como solución y serán las visiones la herramienta con la que se muestren sus remordimientos por su responsabilidad en el asesinato de Duncan y de Banquo.
Aquí es donde se crea una especie de empatía con el personaje: se ve que en Macbeth hay un motor muy fuerte en el borde de la locura, ya que al actuar no le importa el precio de lo que va dejando en el camino, y aún así lo vemos como un personaje amigable, seductor, encantador, que genera amor y odio. “¿Cómo es posible que empaticemos con quien no vacila en pasar por el filo de la espada a amigos y parientes, y a sus familias? Tal vez sea ese misterio el que hace que se revisite una y otra vez este gran texto” analizó Javier Daulte. “Ser humano es peligroso. Nada nos garantiza que no podamos ser, aunque sea por un minuto, tan enormemente crueles como Macbeth, ni tan enormemente nobles como Macduff”. Por supuesto que todos nos creemos buenas personas y querríamos ser como el segundo y nunca parecernos al primero ¿pero qué es lo que hace que seamos uno y no el otro? Shakespeare nos invita a pensarlo.

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