Más opiniones de los alumnos sobre las grandes obras del teatro universal
A continuación presentamos unos de los trabajos prácticos realizados por los alumnos de 1° año de la cátedra Humanidades. En este caso, la opinión de Carmen Bernadou sobre una de las grandes obras del teatro universal: “La vida es sueño”, de Calderón de la Barca, en versión de Calixto Bieito.
“¿Qué es la vida? Un frenesí
¿Qué es la vida? Una ilusión
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño
y los sueños, sueños son”
La idea de que la vida es sueño tiene fundamentos desde la antigüedad, principalmente en las ideas de Platón, quien profesaba que el hombre vivía dentro de sus sueños, y lograba librarse de esas tinieblas únicamente cuando hacía el bien. Una vez que el hombre podía salir de este mundo material, al que él llamaba “El mundo de las apariencias”, era posible acercarse más a lo real, que existía únicamente dentro del mundo de las ideas, donde nacía la verdad como esencia.
En la obra, se ve representada con claridad la “Alegoría de la caverna” de Platón, ya que Segismundo, el personaje principal de la misma, vive toda su vida en la oscuridad de una cueva, encerrado, donde únicamente puede vivir a través de sus sueños.
Cuando la obra comienza a transcurrir, sus malas acciones lo llevan nuevamente a perder esa libertad, pero cuando su reflexión comienza y empieza a actuar para el bien su vida comienza a esclarecerse y a tomar un nuevo sentido. El hecho de luchar por un ideal superior lo acerca más a la verdadera esencia de las cosas y su destino comienza a modificarse.
En la obra de teatro, me deslumbró como los versos y las rimas se volvían parte de la cotidianidad en el lenguaje. Al principio de la misma, resultaba raro a nuestros oídos y con el correr de los minutos esta práctica se volvía cada vez más confortable.
Algunos de los textos son realmente complicados, a tal punto que por momentos me resultaba difícil seguirlos y entender en profundidad cada frase. Creo que esa puede ser una de las diferencias principales en relación a la lectura de la misma. Cuando leemos un libro, podemos tomarnos nuestro tiempo para filosofar y entender cada palabra, frase, rima, analogía, metáfora y verso en profundidad; pero cuando la vemos en vivo el show debe continuar. Siempre se dice que el teatro fue escrito para ser representado, y en esta obra cada detalle de la actuación ayuda a resaltar fuertemente el significado de los versos escritos.
Las distintas actuaciones me resultaron increíbles: El papel de Segismundo, interpretado por Joaquín Furriel, combina lo mejor y lo peor del hombre, lo salvaje y lo analítico, el temor y la seguridad, la angustia y la alegría, la desesperación y la esperanza.
Segismundo es la exageración de nuestra cotidianidad, de las distintas bipolaridades con las que convivimos a diario. Es, como muchos argentinos, un hombre que nació encerrado en una realidad que no le permite ver la luz ni decidir sobre su propio destino; Segismundo vive gran parte de su vida bajo una tortura, excluido, marginado, con la culpa sobre sus hombros, pero sin haber tenido la oportunidad de demostrar quién es.
La obra de teatro juega mucho con la contraposición de ideas referentes al destino y a la libertad. El cuento en sí es un análisis filosófico de la vida, que pone foco en la fragilidad de la condición humana. Esto se ve desarrollado auténticamente en cada uno de los personajes, que son representados con arte y pasión: la brutalidad de Segismundo, la efusividad de Rosaura, la seducción de Estrella, la ironía de Clarín y el acobardamiento y la culpa de Astolfo.
La puesta escénica es rústica pero plenamente significativa. Se construye únicamente con dos elementos: un círculo de tierra que representa el circo romano, la batalla, la tierra, que por momentos también puede ser una voluminosa alfombra dentro de un palacio; y un gran espejo, que va variando su dirección dependiendo de la escena que está transcurriendo.
Según el autor, este último elemento representa “el gran espejo del universo”, que ciega a los personajes, los sorprende y los coloca en el centro del escenario de sus propias vidas. El espejo nos permite vernos tal como somos, nos permite ser conscientes de nuestros actos y nuestras elecciones. A la vez, un espejo gigante, como es el que se utiliza en la escenografía, refleja lo que está sucediendo en todo el plano, enfrenta entre sí a los actores y redirige la luz y el foco hacia distintos puntos en la tarima.
El autor de la obra realiza una reflexión sobre por qué le parece tan apropiado reinventar la obra de Calderón de la Barca y traerla nuevamente hacia nuestras vidas. Calixto Bieito realiza una comparación entre el hombre del nuevo milenio y el hombre del barroco, diciendo que “en una época como la nuestra, en la que nada parece cierto y todo está permitido, en la que todo puede ser verdad o mentira, Segismundo es el reflejo del hombre moderno, escéptico y crédulo al mismo tiempo; un hombre que ejerce su libertad autolimitándose, porque todavía duda. Y esta duda la vive como una angustia vital sin respuesta”.
Arthur Miller nos dice que todos somos héroes trágicos, porque vivimos y luchamos durante toda nuestra vida sabiendo que nuestro final será la muerte; no puedo dejar de pensar la increíble relación que tiene Segismundo con este pensamiento y con la vida de cada uno de nosotros.
La duda es la que nos hace hombres, es la que nos permite avanzar, crecer, construir y reconstruir cuando todo está herido. Constantemente, como este personaje, estamos intentando salir de nuestras propias cavernas, de la oscuridad, construyendo nuestro futuro y nuestro destino.
Muchas veces vivimos pesadillas de las que queremos despertar, y otras veces nos aferramos a sueños de los que no querríamos despertar jamás. Todos nacemos en distintos lugares, algunos en palacios, y otros en la tierra y en la oscuridad. Está en nosotros intentar salir de allí y llegar a donde realmente queremos estar y a quienes queremos ser. Como decía Platón, solo llegaremos haciendo el bien y ayudando también a salir a quienes nacieron encerrados. Creo que este camino nos permitirá ser al menos “héroes trágicos”, y no únicamente su segunda palabra.
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