Impresiones Personales: El Cuarto infinito
En el largometraje "Ulises", basado en La Odisea de Homero, el protagonista comprende que la esencia de su humanidad reside en que aún siendo el hombre un ser finito, tiene el coraje para enfrentarse a un dios que lo supera en poder y eternidad, hasta pelear con él y vencerlo, aunque todas las probabilidades estuvieran en su contra.
La obra de Martín Groisman, El Cuarto Infinito, permite reflexionar sobre la nimiedad del hombre en comparación con el vasto universo espacial. Un hombre, que además, aunque la ciencia haya avanzado y siga haciéndolo, desconoce algunos de los más complejos funcionamiento del organismo humano, de los detallados procesos por los que se forma un niño en un vientre y de muchas de las reacciones de genes y cromosomas.
En la obra de Groisman se contienen estos dos sentidos, por un lado el universo que el hombre no termina de conocer en su limitación, y por el otro, la imposibilidad de llegar a comprender en toda su magnitud los intrincados mecanismos de su propia existencia física.
Bacon, Descartes, Kant, Voltaire y Newton, sólo por mencionar algunos, impulsaron el avance de un conocimiento científico que permita al hombre dominar, controlar y modificar las leyes de la naturaleza, y es quizás El Cuarto Infinito metáfora de este anhelo del filósofo y el científico. Un cuarto en donde podemos sentirnos operadores, artífices y generadores de modificaciones en las leyes del universo ilimitado al provocar que se expanda, se comprima, se acelere o se incline.
Entrar en el recinto, entonces, hacer la experiencia de un dios, jugar con la obscuridad, la luz, las variaciones del movimiento, del sonido y de la percepción, fue la propuesta que este interminable cuarto nos propuso durante los cuatro días que se expuso. Fueron cuatro días en los que pudimos experimentar la posibilidad de accionar sobre el macrocosmos desde el micro espacio de nuestra humanidad.
Un cuarto infinito en el que su creador juega con la metáfora de un universo que es diferente cada vez que lo cruza nuestra experiencia, como una red creciente de infinitas series de universos que quizás abarque en el tiempo todas las posibilidades, en las que Groisman nos regalará a veces un Aleph, a veces la experiencia de un dios, y siempre, un universo que se bifurca en el tiempo.
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