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El animador y su arte

El animador y su arte

Como animadores, en definitiva estamos trabajando para mostrar nuestra obra a través de una pantalla provista con un sistema de sonido. Estos son los elementos que disponemos para narrar, para comunicar una historia. Entonces se hace obvio que también debemos tener la necesidad de contar, de comunicar algo que sentimos.

Vamos a comunicar utilizando sólo la forma y el "tempo", ya que son éstas las herramientas con que contamos. Si bien a priori parecen muy simples, en esta simpleza aparente, radica la fuerza de este medio y valga la paradoja, también su complejidad.

Si ubicamos un objeto frente a una cámara, disparamos y luego lo movemos, disparamos, volvemos a moverlo y disparamos, si repetimos esto varias veces, luego al apreciar el resultado, el objeto fotografiado cuadro a cuadro se moverá dentro del encuadre.

Pero no nos engañemos, seguramente no estará animado. Animar algo significa más que esto; es dar vida a algo inanimado. Para que esta ilusión se concrete, es necesario que el espectador sienta que ese objeto que ve moverse, no constituye una simple ilusión óptica, sino que se trata de algo que realmente está vivo.

Para lograr esto, una condición imprescindible es que el movimiento que realizamos contenga emoción, que además de la acción logremos expresar un sentimiento. Todas nuestras acciones en la vida real tienen algún grado de emoción. Este contenido constantemente y perceptiblemente modifica la forma en que se desarrolla cualquier movimiento.

Como animadores nos surge entonces la gran pregunta: ¿Cómo y qué hacer para dar vida a algo que es inanimado?

Ante todo debemos comprender como se mueve un cuerpo, desde el punto de vista físico, desde la forma de representarlo sobre la pantalla y desde el punto de vista emocional.

En principio tenemos que ser conscientes que todas las acciones estarán sujetas a ciertas leyes físicas. Las que debemos conocer y respetar, si queremos que nuestros personajes parezcan reales, y permitiendo de esta manera que nos transmitan sus emociones. La segunda consideración es sobre la representación dentro del encuadre de las fases que unidas recompondrán el movimiento. Esto estará intimamente vinculado a la técnica de animación que estamos empleando, además de nuestra habilidad en su manejo. Por ejemplo si estamos trabajando en dibujo animado, nuestra única limitante tendría que ser la capacidad para dibujar correctamente las poses. Y finalmente debemos agregar a estas consideraciones que es necesario reconocer cuál es la acción que está realizando el protagonista, sus motivos, intenciones y mostrar esto de la manera más clara posible.

Cualquier movimiento se puede descomponer básicamente en dos elementos: el primero es la secuencia de diferentes formas que toma el cuerpo mientras lo realiza y el segundo es el tiempo que emplea para pasar de una forma a la siguiente.

Esta forma externa, que constituyen las fases del movimiento es la que quedará registrada en los distintos fotogramas de nuestra película. Cualquier movimiento quedará determinado por unas pocas fases claves o keys.

El segundo elemento, es el intervalo de tiempo que estará dado por la cantidad de fotogramas que transcurren entre una posición clave y la siguiente. En otras palabras el tiempo que le lleva a nuestro protagonista animado realizar la acción prevista, esto se conoce como tempo o timing.

Estas son las dos únicas variables con que trabaja el animador. Son las únicas habilidades que se pueden enseñar y aprender dentro de la animación. Su concepto es muy amplio y su manejo correcto creo que es algo que no se llega a abarcar jamás. Para lograrlo necesitaríamos contar con un archivo mental de todas las acciones posibles, cada una además con sus distintas variantes emocionales, lo que resulta imposible dada su magnitud.

Como en cualquier disciplina artística, para llegar a ser un buen animador es necesario contar con algunas cualidades innatas, pero estas seguramente no son las que usted supone.

Un animador deberá sentir casi una fascinación absoluta por la forma en que se mueven las cosas. Se trata de una fascinación con el movimiento en sí mismo, debe observar los movimientos en su entorno, estudiándolos y disfrutándolos.

Un animador debe ser un muy buen actor, debe poder expresar sentimientos a través de la actuación. Esto es independiente de la técnica que piensa emplear, ya se trate de dibujos, recortes, gráfica o muñecos. Esta condición es imprescindible para lograr dar vida a nuestros personajes. Primero debemos sentir en nuestro interior lo que queremos manifestar, y luego contar con la habilidad artística necesaria para expresarlo empleando el cuerpo y la voz de nuestros personajes.

A lo largo del film trabajaremos comunicando ideas, mediante las acciones y los diálogos de nuestros personajes, en definitiva estamos utilizando sus expresiones. Estas acciones tendrán necesariamente un propósito y siempre deben estar disparadas por la emoción.

Toda manifestación artística debe provocar emoción en quien la recibe. Hitchcok decía, con mucha sabiduría, que lo importante no era provocar la emoción sino saber cómo mantenerla.

La capacidad de actuar de un animador es muy distinta a la de un actor. Este, mientras actúa, enfrenta a su público y recibe su respuesta, la que seguramente modificará su perfomance. El animador necesita no sólo actuar para un público imaginario, sino que además deberá ser capaz de desmenuzar su representación en las múltiples acciones que intervienen, memorizarlas y contar con la habilidad necesaria para reproducirlas, a través de los elementos con que está trabajando, ya se trate de dibujos, recortes u objetos.

Un animador necesita saber utilizar la imaginación. Debe disfrutar el proceso de identificar los constantes problemas y el de buscar sus soluciones. Soluciones para el estilo, el diseño, la realización de los dibujos, los encuadres, de narración, de ritmo, por nombrar algunos de los inconvenientes, que constantemente se presentarán durante el progreso del trabajo.

Cuando trabajamos en animación somos los únicos responsables de lo que incluye la película cuando ésta alcanza la pantalla. Todos los elementos contenidos en la misma, están allí porque en algún momento decidimos que así fuera. Como también decidimos todo lo que puede faltar en ella. En el cine en vivo esto no es así, muchos elementos son incluídos en forma fortuita y de la misma manera otros quedan afuera. En la animación todo está allí porque existió una elección previa, es el resultado de un pensamiento creativo.

Así, una vez concluídas las películas de animación son un gran conjunto de ideas brillantes, contadas en forma sobresaliente. Esta manifestación de ingenio es lo que crea esa agradable predisposición en la audiencia, tanto la infantil como la adulta. Porque la animación está apelando directamente al intelecto del espectador.

Un animador debe tener una gran dosis de paciencia, de perseverancia y de orgullo por lo que está haciendo.

Todos hemos visto los documentales de los grandes estudios donde muestran la casi infinita cantidad de dibujos que constituyen una película. Disney decía que por cada dibujo que aparecía en el film había diez que se quedaron en el camino, o sea a esa enorme cantidad de arte necesitamos multiplicarla por diez y esto sólo representará el trabajo de los dibujantes. A lo que se debe agregar una inmensa cantidad de trabajo del resto del equipo.

La magnitud y la calidad del trabajo detrás de un largometraje resulta algo faraónico y es impensable sin una buena dosis de orgullo, paciencia, perseverancia y satisfacción por lo que se está realizando. Si bien estas parecen cualidades innatas, no lo son, son matices del carácter personal. Exigen mucha disciplina, pero se pueden adquirir o reforzar.

La animación entonces al reunir todas estas disciplinas, torna dificil su enseñanza.

Aparte de las cualidades propias con que necesita contar el animador, éste deberá dominar alguna bella arte (dibujo o escultura, por ejemplo), sabrá de cine (no solo de técnica sino también sobre como narrar con ese medio), tendrá conocimientos de música, de como y porqué se mueven las cosas (física) y deberá lidiar con cálculos matematicos (elementales, pero cálculos al fin) mientras arma sus planillas de filmación.

Si a todo esto le agregamos que esta persona debe también resultar alguien creativo, porque finalmente está desarrollando una disciplina artística, entonces se nos torna increíble que en una misma persona se pueda reunir todas esas cualidades, sin embargo cada día hay más gente interesada en la animación.

Creo oportuno agregar una cualidad más, que estimo casi imprescindible para ser un buen animador: hay que ser un loco, un loco lindo.

Como en cualquier otra disciplina artística es importante también estudiar lo que se ha venido realizando, la obra de los grandes que nos antecedieron. Debemos ver hasta el cansancio, desmenuzando y estudiando, los clásicos, el animé, el cartoon network, cualquier animación que nos interese, buceando por las ideas detrás de las historias.

Hay que considerar que es un medio que permite tanto la autoexpresión, realizando nuestra propia pelicula, como también trabajar integrado en un equipo. Utilizando el video desde hace unos años y hoy la computadora, las posibilidades técnicas para realizar una animación están al alcance prácticamente de todos. Esto crea una fresca intromisión al medio de novedosas óperas primas, de jovenes realizadores, que utilizan variados materiales: como plastilina, arena, recortes, muñecos o semillas, por nombrar sólo algunos.

Creo que la animación está considerada dentro del cine porque su soporte final se ve sobre una pantalla, es allí donde se acaba toda la coincidencia. La animación es un arte, dentro de otro. La animación tiene distintas vertientes, desde la pintura, el dibujo o las artes gráficas tiene una poderosa intromisión de nuevas formas de expresión visual. Desde la música, con la que tiene varios puntos comunes,- sobre todo el hecho de la síntesis, de meterse en la más pequeña unidad temporal para desde allí ajustar el todo-, agregando a ella una nueva dimensión visual.

Desde el cine, abriendo la posibilidad de crear universos o situaciones que no existen en la realidad, totalmente en boga en nuestras días gracias a las fantásticas imágenes que nos dan las computadoras.

Desde la historieta, posibilitando hacer vivir a los personajes dibujados.

Cada una de estas vertientes aporta nuevas posibilidades y juntas se enriquecen creando una forma de expresión que se renueva día a día. El límite de la animación parece estar aún muy lejos, sólo está marcado por la imaginación de sus realizadores. La posibilidad de vivir mundos inexistentes, de visualizar abstracciones, o simplemente divertirnos con disparatadas ocurrencias, está llevando a la animación a ocupar hoy en día el lugar que se merece. También está creando junto a la red, a la interacción y a los jueguitos, nuevas disciplinas de trabajo para los animadores. Esto ha llegado a tal extremo que en los EUA las nuevas generaciones de estudiantes la eligen como carrera, en lugar de las opciones más tradicionales.

Me parece un buen síntoma que haya más animadores que abogados, tal vez logremos un mundo mejor, o por lo menos más interesante, con más humor y más creatividad.

Acerca del autor

Productor y director de Cine de animación, es profesor de animación desde 1982. Ha dictado cursos y seminarios en América Latina y España. Fue Curador y presentador de la Muestra del cine de animación del National Film Board "Los primeros 60 años".

Actualmente es Prof. Titular Introducción a la Animación – Carrera de Multimedia – Universidad Maimonides de Buenos Aires, y Prof. Titular de Diseño Audiovisual 3 (taller orientado a la animación) – Carrera de Diseño de Imagen y Sonido – Facultad de Arquitectura Diseño y Urbanismo – Universidad de Buenos Aires

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